martes, 1 de marzo de 2011

La velocidad y el tocino

Tierra de nadie
Juan Carlos Escudier
La velocidad y el tocino
01 mar 2011


Mirado del derecho y del revés, se hace difícil evaluar a corto plazo el impacto económico de reducir en 10 kilómetros hora la velocidad máxima en autovías y autopistas, más allá del ahorro individual en carburante que el Gobierno ha estimado en 1.400 millones de euros al año. Cuanto más se confirme esa previsión, más dejará de recaudar el Estado vía impuestos, que representan más del 40% del precio final del combustible. Por el contrario, a medida que se relaje el cumplimiento de la norma, la caída de ingresos para el Estado será menor, compensada tímidamente con el aumento de las multas.

No es, por tanto, una iniciativa pensada para hacer caja, ni tiene comparación con decisiones similares tomadas por EEUU en la crisis de los años 70. Si el mayor consumidor de crudo del mundo reduce sus importaciones puede conseguir, por efecto de la ley de la oferta y la demanda, que el precio del barril baje y contener la inflación, algo a lo que un pequeño país como España no aspira ni en sus sueños más voluptuosos. En definitiva, que ni reportará más dinero ni dará un respiro al IPC, aunque las bondades de disminuir la dependencia del petróleo y de ahorrar energía sean indiscutibles: los problemas de suministro, si los hubiere, serán menores y el medioambiente lo agradecerá.

El Gobierno, aunque lo niegue, ha de prever futuras dificultades de abastecimiento dadas la convulsiones sociales que viven los países productores, porque sólo eso explicaría la provisionalidad de las medidas. Si fuera así, lo aprobado es claramente insuficiente. No basta, desde luego, con bajar un 5% el precio de las cercanías de Renfe, que en diciembre subieron un 3,1%, sino que se requiere un plan de apoyo al transporte público, en manos de unos ayuntamientos que se debaten entre la deuda y la ruina. Hasta para ahorrar hace falta dinero.

Si el suministro no es el problema, la temporalidad resulta incomprensible. ¿Qué se gana limitando la velocidad por un pequeño período de tiempo? Pues enojar a los que habían capeado resignadamente el reformismo gubernativo. Y luego hay quien no se explica las encuestas.



La escasez del petróleo va a continuar no por el conflicto en Libia (¿qué pasará con la satrapía de Arabia Saudí?; ¡ah sí!, se me olvidaba que no es una satrapía ignominiosa[*]), que también, sino sobre todo porque va a ser muy difícil, más bien imposible, de que seamos capaces de extraer más de 90 billones de barriles de petróleo al día, que es lo que está demandando el mundo en la actualidad.

Y no vamos a poder extraer más, no por las guerras en países productores de crudo, ni por la falta de inversiones, sino porque hemos llegado objetivamente al "peak-oil", al cénit de la producción que viene determinado por las reservas reales (no las declaradas, que esas pueden ser las que cada país quiera en función de lo que le interese declarar) de petróleo que hay en La Tierra. Y que, obviamente son limitadas.

Así que debemos prepararnos, primero a una crisis energética profunda en la que el precio del crudo superará los máximos de agosto de 2008, seguida de una fuerte crisis económica, que es posible que nos lleve de lleno a la crisis sistémica: la crisis de un sistema basado en el crecimiento exponencial, motor de la acumulación, premisa indispensable del sistema capitalista, que va a colapsar, y probablemente con él, la actual civilización, por el agotamiento de los recursos no renovables y por la incapacidad de regenerar todos los efluentes contaminantes que generamos.

Pocas posibilidades tenemos de superar esas crisis, pues si nuestra ignorancia o nuestro acomodamiento y conformismo, nos impiden ver la realidad, hasta el punto de que una medida tan insignificante e insuficiente, como reducir la velocidad en 10 km/hora, nos hace poner el grito en el cielo, imaginemos que ocurrirá cuando nos veamos obligados a reducir nuestro consuma energético, y con él nuestro estilo de vida, a niveles de la década de los 60.

Mejor sería que en vez de hablar y hablar, y de exigir lo imposible, fuésemos capaces de analizar la realidad, los crudos datos que no mienten, aunque a veces nos mientan quienes nos elaboran, pero nuestro juicio crítico tiene que ser capaz de depurar los datos, y en función de las conclusiones que extraigamos obrar en consecuencia.

La otra posibilidad es la de ponernos orejeras y seguir a la manada, que en alocada estampida se dirige al precipicio.

Y los medios de comunicación, al menos los que no están al servicio de las minorías oligárquicas interesadas en que el actual sistema se perpetúe, caiga quien caiga, deberían ser paladines en divulgar esa realidad.

Estamos, nos guste o no, ante “LA LUCHA FINAL”, y lo que está en juego es la supervivencia o no de la humanidad, como hasta ahora la conocemos.

Solidaridad, Salud y Salu2,

AMADEUS

[*] satrapía ignominiosa = dícese de aquellas satrapías que no doblegan su voluntad a la del Imperio

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