martes, 3 de marzo de 2009

¡Cómo me duele en el alma...!



¡Cómo me duele en el alma
esta España que era mía!,
y de la que ahora reniego
por ser una mal nacida.

¡Adónde fueron aquellos,
caballeros de alma fina,
que con molinos lucharon
en pro de causas perdidas!
Dicen que todos murieron,
que se fueron de esta vida.
Con lágrimas en los ojos,
irme con ellos querría.
Cuando veo junto a mí
tanta falta de hidalguía,
el corazón me da un vuelco,...
se me revuelven las tripas.

¿Que qué me causa dolor?
¿Qué me causa tal desdicha?

Pues ver como maltratamos,
como segamos las vidas,
de aquellos que de otros lares
vienen aquí y con porfía
tratan de ganarse el pan
para ellos y sus familias.

¡Y queréis que no me duela!
¡Qué no llore el alma mía!
Al ver esta España negra
que parece estar podrida.

Volver a empuñar las armas
me dicta mi rebeldía,
pero ¡no!... ¡no he de hacer eso!
que nada con esa porfía
hemos de sacar ninguno,
tan sólo desgracia e ira,
y llanto, ... dolor,... y muerte,
y más hambre, y más insidia.

Dejo enterrado el fusil,
y desenvaino la rima,
que la rima hiere más,
pues se mete dentro y mina.

Y como la gota de agua,
sin pausa y tampoco prisa,
va horadando el corazón
de aquellos que mi alma estima.

Amigos que me leéis
y que esbozáis la sonrisa,
porque penséis que esté loco
hablando de aquesta guisa.

Tal vez estéis en lo cierto,
y mi mente este cautiva
de querellas imposibles,...
de ilusión y de utopía.

Pero no dictéis sentencia,
no la dictéis todavía,
pensad con calma,... hacia dentro,
con mirada introspectiva,
y con la mano en el fuego,
o puesta sobre la Biblia,
¡decidme que no merecen
los inmigrantes justicia!

Mientras fregaba los platos,
tarea ingrata, pero entretenida,
en Navarra a 12 de febrero de 2001

AMADEUS

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